Los últimos 22 judíos de Alejandría luchan por mantener la memoria
En la céntrica sinagoga de Alejandría cada asiento lleva el nombre de alguno de los 40.000 fieles que residían en la ciudad egipcia a mediados del siglo pasado, un legado que los últimos 22 judíos alejandrinos luchan ahora por preservar.
"Somos cuatro hombres y dieciocho mujeres, casi todos de más de sesenta años y algunos con ochenta o noventa", explica a Efe el presidente de la comunidad judía de Alejandría, Ben Yousef Gaon, un egipcio en la cincuentena que tiene su oficina junto a la sinagoga del profeta Eliyahu Hanavi, en una animada calle del centro de la ciudad.
Youssef, el miembro más joven de la asociación, proporciona con rapidez los números de un censo bajo mínimos, que está lejos de los más de 40.000 judíos, entre ellos, importantes comerciantes y empresarios, que residían en la Alejandría de 1947, cuando la ciudad egipcia tenía fama de ser cosmopolita y abierta.
La memoria de la veintena de supervivientes se agolpa en el despacho de Yousef, una estancia amplia, de techos altos y sobre cuyas paredes cuelgan inscripciones en hebreo y otros idiomas -"Dios es amor", proclama uno de los rótulos en inglés- y dos retratos del presidente de Egipto, Hosni Mubarak.
"Los judíos egipcios no somos israelíes. Tenemos la nacionalidad egipcia y somos egipcios de cuatro generaciones", argumenta Yousef, quien explica además que su padre fue sastre de Gamal Abdel Naser, el popular dirigente que gobernó el país del Nilo entre 1956 y 1970.
El esplendor de la comunidad judía, que se estableció en Alejandría en el siglo III a.C., empezó a declinar en la década de 1940 con el nacimiento del Estado de Israel, la crisis y posterior nacionalización del Canal de Suez, y se esfumó definitivamente en 1956, con la expropiación de sus bienes ordenada por Naser.
Con el recuerdo aún reciente de esa diáspora, cientos de jóvenes judíos visitan cada año esta ciudad mediterránea, de 4 millones de habitantes.
Según Yousef, los descendientes de quienes tuvieron que abandonar Egipto tras la confiscación de sus propiedades vuelven ahora con el deseo de encontrar las casas donde vivieron sus padres o abuelos y acceder a su interior con el permiso de sus actuales dueños.
"Les gusta ver los restaurantes, los cafés y aquellos lugares que frecuentaron sus padres", cuenta Yousef, que suele dar la bienvenida a quienes buscan su identidad y les ayuda a localizar las viviendas familiares.
Las fotografías en blanco y negro de su oficina evocan concurridas fiestas y alegres encuentros, inimaginables en las instantáneas en color que ilustran una historia reciente que, según su propio censo, pasó de 2.000 miembros en 1964 a 200 en 1975 y a la veintena actual.
"La vida de los que quedan es como la de cualquier otra persona. Trabajan, van a restaurantes, compran en los comercios del barrio, se reúnen con los amigos", explica.
Aunque la sinagoga está rodeada de una docena de agentes de policía y los judíos viven en un país de mayoría musulmana y minoría cristiana copta, Youssef confiesa que se sienten "seguros e integrados".
"La sinagoga está custodiada por muchos policías, pero todo cambia cuando sales de aquí", explica Youssef, quien, sin embargo, admite tener problemas con la seguridad y el control establecido por la Policía sobre los visitantes.
De hecho, la visita de Efe motivó la llamada de un agente que le pidió explicaciones a Yousef por la cita con el periodista, le interrogó por el motivo del encuentro y le invitó a suspender la entrevista.
"Cuando salgo de aquí, voy a cualquier parte sin problemas", añade Yousef, que prefiere no ser fotografiado para evitar incidentes con la Policía.
Fuera del templo, Yousef dice que su familia mantiene una "excelente relación" con musulmanes y cristianos. "Todos somos hermanos", señala.
"Los cristianos y los musulmanes nos invitan a participar en algunas de sus fiestas y, del mismo modo, nosotros celebramos con ellos la "Ros hasaná" (año nuevo judío)", declara.
Según el responsable de la comunidad judía, nunca se han sentido "marginados o atacados, ni incluso en 1967", con motivo del fallido ataque sorpresa contra Israel lanzado por Egipto, Jordania y Siria.
"Ellos nos respetan y nosotros respetamos", subraya Youssef, quien, no obstante, critica que "algunas personas no entiendan que los judíos israelíes no son los judíos egipcios".
"Nos gusta Egipto", insiste. "Hay futuro para los judíos en Alejandría. Ésta es una buena ciudad para vivir", concluye.
Por Francisco Carrión
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