Cristianos y judíos juntos para promover los derechos de todos los hombres
Todos los creyentes están llamados a “encarnar la convicción de que una providencia amorosa y compasiva” guía la historia “independientemente de cuán difícil y amenazante pueda aparecer el camino”, dijo el pontífice a una delegación de B’nai B’rith International, recibida en audiencia el 12 de mayo
“Queridos amigos:
Me alegra saludar a esta delegación de B’nai B’rith International. Recuerdo con placer mi primer encuentro con una delegación de su organización hace unos cinco años.
En esta ocasión quiero expresar mi aprecio por su implicación en el diálogo católico-judío y, en particular, por la activa participación en la reunión del Comité Internacional de enlace entre católicos y judíos, que tuvo lugar en París a fines de febrero. Aquella reunión se celebró en el cuadragésimo aniversario del diálogo, que fue organizado conjuntamente por la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo y el Comité Judío Internacional para las consultas interreligiosas. Lo que ha ocurrido en estos cuarenta años se debe considerar como un gran don del Señor y un motivo de profunda gratitud hacia Aquel que guía nuestros pasos con su infinita y eterna sabiduría.
La reunión de París confirmó el deseo de católicos y judíos de afrontar juntos los inmensos retos de nuestras comunidades en un mundo que cambia rápidamente y, de forma significativa, nuestro común deber religioso para combatir la pobreza, la injusticia, la discriminación y la negación de los Derechos Humanos universales. Hay varias formas en las que judíos y cristianos pueden cooperar para mejorar el mundo de acuerdo con la voluntad del Todopoderoso para el bien de la humanidad. Nuestro pensamiento se dirige inmediatamente a las obras concretas de caridad y servicio a los pobres y a los necesitados. Sin embargo, una de las cosas más importantes que podemos hacer juntos es dar testimonio común de nuestra profunda creencia de que todo hombre y mujer han sido creados a imagen de Dios (cf. Gn. 1, 26-27) y, por lo tanto, poseen una dignidad inviolable. Esta convicción constituye la base más segura para todo esfuerzo por defender y promover los derechos inalienables de todo ser humano.
En una conversación reciente entre las delegaciones del Gran Rabinato de Israel y la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, mantenida en Israel a fines de marzo, se destacó la necesidad de promover una correcta comprensión del papel de la religión en la vida de las sociedades actuales como un correctivo a una visión puramente horizontal, y en consecuencia incompleta, de la persona humana y de la coexistencia social.
La vida y la obra de todos los creyentes deben fomentar un testimonio constante de lo trascendente, apuntar a las realidades invisibles que están más allá de nosotros, y encarnar la convicción de que una providencia amorosa y compasiva guía el curso de la historia, sin importar cuán difíciles y amenazadoras puedan parecer las jornadas durante el camino. Gracias al profeta tenemos esta garantía: ‘Sé muy bien lo que pienso hacer con ustedes: designios de paz y no de aflicción, darles un porvenir y una esperanza’ (Jr. 29, 11).Con estos sentimientos, invoco sobre ustedes y sus familias las bendiciones divinas de sabiduría, misericordia y paz”.
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