jueves, 6 de diciembre de 2012

los judios en el proceso indepnedentista de venezuela


Los sefardíes en la independencia de Venezuela

Por: Gerardo Dorante
La presencia de judíos en territorio venezolano fue detallada por el historiador Manuel Pérez Vila, quien señaló, que en 1569 llegó a Borburata el conquistador Pedro Malavé De Silva, al frente de unos 300 hombres, los cuales la mayoría eran “marranos conversos,” expulsados de varias ciudades europeas de dominio español por orden de los reyes católicos Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, ningún judío negado a convertirse al catolicismo, podía permanecer en territorio español después del 30 de junio de 1492. Hubo una prórroga hasta el 2 de agosto de ese año por lo que es bastante probable que también hubiese judíos entre los aventureros que acompañaron a Colón en su primer viaje.
Por distintas razones, llegaron más tarde judíos de Livorno (Italia), para radicarse en la isla de Cayenne (de posesión holandesa). La conquista de Recife por los portugueses que traían las Leyes del Santo Oficio, y la conquista de Cayenne por los franceses, poco tolerantes con los judíos, empujaron a muchos de éstos a emigrar a Nueva York y Curazao. Pero algunos de estos judíos originarios de Livorno, viajaron desde Curazao hasta Tucacas para establecer en 1693 la primera comunidad judía registrada en Venezuela. A partir de 1708 comienzan a llegar a Tucacas, que era el puerto comercial más importante de Venezuela, judíos holandeses provenientes de Curazao. Son hostigados por los españoles y se marchan, pero regresan un tiempo después para organizarse como comunidad bajo la presidencia de Samuel Hebreo. En Tucacas se erige la primera sinagoga en tierra venezolana, pero en 1720 las autoridades españolas arrasan con el poblado judío y le prenden fuego.
La historiadora Paulina Gamus Gallegos, señala: “En un documento español fechado en 1743 se pide vigilar la presencia de judíos que en gran cantidad se trasladaban entre las orillas del Amazonas y del Orinoco. Eran judíos establecidos en Nueva Zelandia, nombre de una posesión holandesa ubicada en la región del Esequibo.”
Bolívar y Mordechay Ricardo
Cuando se inicia la guerra de independencia en Venezuela, la simpatía de la comunidad hebrea en la isla de Curazao, estaba a favor de los patriotas venezolanos. En su mayoría eran comerciantes que se oponían a las políticas monopólicas de la corona española, aunado a ello los sentimientos de los judíos expulsados de España y Portugal eran contrarios a los intereses del imperio español en el nuevo continente. La prueba de ello se presentó en el año 1812, año duro para la causa patriótica; por la pérdida de la primera República y la capitulación del general Francisco de Miranda con Monteverde el 25 de julio de 1812.
Entre las causas que condujeron a la capitulación figura la caída de Puerto Cabello, fortaleza que estaba a cargo del joven Simón Bolívar. El libertador es obligado a huir a Curazao, el escritor Lovera De Sola en su obra: “Curazao, escala en el primer destierro del libertador” lo estampa de la siguiente manera: “Cuando la goleta Jesús, María y José, tomó rumbo a Curazao y se alejó del puerto de La Guaira, su pasajero Bolívar, viendo las montañas que se perdían en el horizonte, necesitó pensar acerca de su futuro.
Bolívar permanece en la isla y se hospeda en Curazao en la casa del judío Abraham de Meza. Surge entonces un personaje estudiado con cautela y respeto por quienes a él se refieren: se trata del abogado Mordechay Ricardo, de origen sefardita y quien, según todos los indicios, facilitó a Bolívar su propia residencia en la cual parece haber existido una excelente biblioteca.”
La amistad de Mordechay Ricardo con Bolívar fue mantenida a través del tiempo y mostrada en activa correspondencia. El abogado Ricardo, años más tarde (1814), también dio albergue a las hermanas de Bolívar, María Antonia y Juana Bolívar, cuando ambas huían del terror desatado por José Tomás Boves.
Por su parte el historiador y catedrático venezolano Roberto J. Lovera De Sola resalta la gran influencia positiva a las ideas bolivarianas de su amigo sefardí Ricardo en Bolívar. “Durante su permanencia de dos meses en Curazao, Bolívar logró curar, gracias a Mordechay Ricardo y sus amigos curazoleños, su angustia, su interior enfermo, recobrar nuevas fuerzas y ponerse de nuevo, con los hondos bríos, en aquello a lo cual había jurado dedicar su vida: la independencia de Sudamérica”.
Judíos con ideales bolivarianos
En la rica biblioteca de Mordechai Ricardo, Bolívar pasa días enteros consultando libros y documentos hasta escribir el Manifiesto de Cartagena.
David Castillo Montefiore, también judío de Curazao, fue uno de los importantes financistas de la Guerra de Independencia y Joshua Naar le hacía llegar dinero a Bolívar, por intermedio del Almirante Brión.
Ya en 1818, Joseph Curiel, quien años más tarde sería uno de los fundadores de la comunidad judía de Coro, se presentó ante Bolívar en Angostura, para ofrecerle el apoyo de los judíos del Caribe, hecho que no se limitó al aspecto económico ya que en la guerra de Independencia intervinieron, como militares activos: Benjamín Henríquez, nacido en la isla en 1784, participó en la Campaña Admirable y en la expedición de los Cayos. En 1816 fue enviado a Curazao por Simón Bolívar con el fin de reclutar hombres para el ejercito patriota trabajando activamente por la independencia de Venezuela, por lo que fue detenido, posteriormente fue dejado en libertad por petición del Consejo de la isla y enviado al exilio por considerarlo el gobierno insular persona peligrosa. De regreso a Venezuela se incorpora al ejército del libertador y en 1818 fue ascendido a teniente coronel. Samuel Henríquez otro judío que alcanzó el grado de capitán y Juan Bartolomé De Sola, general de brigada.
Durante toda la guerra de independencia, los comerciantes de Curazao, incluyendo a los judíos, jugaron un papel importante en el suministro de armas y pertrechos a los ejércitos patriotas
Azriel Bibliowicz: profesor de la universidad nacional de Colombia, señala que el 6 de mayo de 1819 el gobierno de la Nueva Granada emitió un decreto por el cual se acordaba a los “miembros del pueblo hebreo” el derecho de establecerse en su territorio con garantías de libertad religiosa, lográndose que el 22 de agosto de 1821 fuese abolido el Tribunal de la Inquisición, permitiendo que numerosas familias judías de Curazao, donde se vivía una fuerte depresión económica, se trasladaron a Colombia y Venezuela estableciendo estructura a la nueva comunidad.
Luego de una larga y cruenta guerra, la independencia de Venezuela quedó sellada en el campo de Carabobo el 24 de junio de 1821. El gobierno de la naciente república hubo de enfrentar el construir el devastado país, repoblar los vastos espacios de su geografía y normar la nueva legislación de acuerdo a los principios de igualdad y justicia dones preciados por los cuales dieron sus vidas nuestros libertadores. Ese mismo año, en el mes de agosto específicamente, el nuevo gobierno bolivariano decretó la abolición de la inquisición. La libertad religiosa fue garantizada posteriormente en 1830, al modificarse el artículo 22 de la Constitución vigente en ese entonces.
Ya para 1829, se había firmado un tratado entre Holanda y la Gran Colombia (incluida Venezuela), según el cual se garantizaba a los súbditos holandeses en el territorio de la Gran Colombia, la libertad de practicar la religión sin ser molestado. Esto permitió que muchos judíos curazoleños buscaran nuevos horizontes en otros lugares.
Los judíos sefardíes fueron llegando a Caracas como a otras ciudades de las costas venezolanas como Puerto cabello y Barcelona, pero fue en Coro, donde tuvo lugar el asentamiento judío más grande e importante.
En el año 1988, el Gobierno de Venezuela agradeció el apoyo de Curazao y a la comunidad judía, por su participación a la gesta independentista, con la emisión de tres estampillas relacionadas con el gran amigo del Libertador, Mordechai Ricardo.
Comunidad judía en Coro
En cuanto a la comunidad hebrea en Coro, Paulina Gamus Gallegos, escribió: “En Coro ya había algunos judíos desde el siglo XVIII. Para el año de 1831 vivían allí David Maduro, Joseph Curiel, Isaac Abenatar, Gabriel Abenatar, Samuel Maduro, Joshua López, Elías Curiel y familias de apellido Brandao, Álvarez, Henríquez, Correa, Fonseca, De Lima, Salcedo, Morón, Pereira, López, Capriles, Hoheb, Sénior, etcétera. Pronto estos judíos asentados en Coro alcanzarían gran prominencia comercial e industrial y por su participación estelar en la vida científica, cultural, en la política, en la diplomacia y en el periodismo. Destacan las figuras de Elías David Curiel, autor del himno del Estado Falcón, poeta, periodista, colaborador de El Cojo Ilustrado. Salomón López Fonseca, uno de los mejores poetas de su generación, David Curiel, promotor de la ciencia farmacéutica, José David Curiel, su hijo, Presidente de la Corte Suprema del Estado Falcón y de la Asamblea Legislativa. En Coro se inaugura, en 1832, el primer cementerio judío en tierra venezolana, que es hoy patrimonio histórico de la ciudad.”
En la misma, la catedrática Paulina Gamus, continúa señalando: En un país asolado, primero por la guerra de Independencia y luego por las luchas intestinas que llevaron a la Guerra Federal, la prosperidad de los judíos de Coro provocó no pocas envidias. En 1833 y en 1855 se producen violentos ataques contra esta comunidad, con saqueos y destrucción de sus propiedades.
Según Isidoro Aizemberg, en su importante obra “La comunidad judía de Coro, 1824 – 1900. Una historia.”Reseña que los disturbios anti judíos ocurridos en esa ciudad tuvieron su origen, en gran medida en la herencia católica de la población coriana. En situación de crisis económica o de malestar político y social se busca el chivo expiatorio a quien culpar, en este caso a la minoría judía que habitaban en Coro”. Por la situación muchos regresaron a Curazao; pero en 1859 el gobierno venezolano, por presiones de Holanda, los indemnizó y los invitó a regresar. Volvieron para continuar en su emprendedora labor en todas las áreas del quehacer humano.
Como elemento curioso, nunca construyeron una sinagoga sino que los rezos se hacían en las casas de las familias más prominentes. Tampoco crearon alguna escuela que les permitiera educarse en su tradición. Con el paso del tiempo fueron perdiendo sus nexos con la fe de sus antepasados y entraron en un proceso asimilatorio hasta desaparecer como comunidad judía. De ella apenas quedan unos pocos que se mantienen como judíos, pero sus apellidos de trascendencia no solo local sino nacional son testimonio perenne de la influencia determinante que tuvo esa comunidad.
Judíos de todos los tiempos en el desarrollo de Venezuela
En la segunda mitad del siglo XIX, hubo marcado interés de los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco y Joaquín Crespo por atraer inmigrantes al país. Se hacía mediante contratos que el gobierno otorgaba y con la designación de agentes consulares idóneos. Los judíos Abraham J. Lasry, Enrique B. Levy y Alejandro Mondolfi, este último de origen italiano, cumplieron esas tareas. En las dos últimas décadas de ese siglo, comenzó a llegar al país una inmigración judía proveniente del norte de Marruecos, especialmente de Tetuán. Enrique B. Levy será uno de los fundadores, en 1907, de la Sociedad Benéfica Israelita que apenas tiene una duración de dos años. En 1930, Alejandro Mondolfi preside la Asamblea que acordará la constitución de la Asociación Israelita de Venezuela, institución que hasta hoy agrupa a la comunidad sefardí del país.
Los apellidos de esos nuevos inmigrantes son, entre otros, Levy, Cohén, Taurel, Obadía, Benacerraf, Sabal, Ettedgui, Pariente, Coriat, Benshimol, Bendayán, Sananes, Benzecri, Benmergui, Benaim, Pilo, Carciente, Benarroch. Se encuentran con una comunidad judía, la de origen curazoleño holandés, en vías de extinción por el proceso asimilatorio, pero el choque cultural impide los nexos entre ellos. Los recién llegados se establecen mayormente en Caracas, como también en La Guaira, Puerto Cabello, Carúpano, San Fernando de Apure, Río Chico, Valle de la Pascua, Maracaibo, Barcelona, Villa de Cura, Barquisimeto, Los Teques, La Victoria y Maracay.
A finales de los años veinte y mediados de los treinta del siglo pasado, la crisis económica que se vive en el mundo, adquiere dimensiones de miseria en el Medio Oriente. Comienzan a llegar al país, judíos provenientes de Palestina (Israel), Siria, Líbano y también de Turquía, Grecia y Bulgaria. Se les llama bajo el nombre de “turcos” ya que provenían de los antiguos dominios del Imperio Otomano.
El mismo año de 1930, llegan algunas familias askenazíes, es decir judíos originarios de Europa que en su mayoría se expresaban en idish, una lengua derivada del alemán ó bien en este idioma. Las relaciones intercomunitarias eran difíciles, por razones idiomáticas, culturales y hasta por el acento y entonación de sus oraciones.
A finales de la década de los 30, logran arribar al país algunos judíos que han podido escapar de lo que ya se vislumbraba como el propósito del régimen nazi de exterminarlos.
Una circular girada por la Cancillería venezolana a todos sus consulados en el Exterior, prohíbe expresamente otorgar visas a judíos. Al concluir la Guerra en 1945, llegó un número importante de sobrevivientes originarios de Rumania, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Grecia, Austria y Alemania. Muchos cambiaron sus apellidos para poder ingresar al país ya que se mantenía vigente la antes mencionada circular emanada por la Chancillería del país.
A partir de 1948, con la creación del Estado de Israel, se produce una emigración masiva de judíos desde países musulmanes, en donde la presencia de estas comunidades había sido milenaria. Llegan a Venezuela desde Egipto, Siria y Líbano, y al proclamarse la independencia de Marruecos, en 1956, se produce una importante inmigración de judíos que venían de Tetuán, Tánger, Melilla, Ceuta y otras ciudades del Norte de África donde el español era el idioma predominante. Los nuevos inmigrantes se encontraron con instituciones ya consolidadas, con sinagogas y con un colegio comunitario. De inmediato se incorporaron a la vida judía y a las actividades comerciales e industriales.
Los integrantes de las distintas inmigraciones judías que llegaron a Venezuela, se dedicaron en su gran mayoría, al comercio, pronto, muchos incursionaron en actividades industriales y financieras.
El primer banco del país, llamado Banco de Venezuela y creado por decreto del Presidente José Antonio Páez, fue fundado por Isaac José Pardo Abendana, judío sefardí proveniente de Altona, ciudad alemana cercana a Hamburgo. Llegó a Venezuela, con solo 17 años de edad en el año 1841. Además de banquero, fue un prominente jurista con participación protagónica en la redacción del Código de Comercio, lo que le valió una condecoración del presidente de la época Guzmán Blanco.
En todas y cada una de las diferentes disciplinas, ha sido notable el aporte de profesionales judíos en las diversas áreas del desarrollo y de la modernización del país.
Los avatares de la historia y los cambios sufridos por el pueblo judío a lo largo de su accidentada y sorprendente historia, condujeron a estos hombres y mujeres emprendedores a un largo periplo que los trajo a tierras venezolanas, donde efectivamente han dejado huellas. La mayoría no profesan la fe judía, pero conocen sus orígenes y están orgullosos de ello. En el presente viven entre nosotros una comunidad con deseo de seguir aportando para el desarrollo sustentable y productivo de la nación con ideas de libertad como los de sus antepasados que también dieron sus vidas por los ideales bolivarianos, dejando sendas imborrables que muchos ignoran, pero otros los recordaran como los héroes desconocidos de la independencia.
Bibliografía:Benshimol Levy Abraham: Los Sefardíes, vinculo entre Curaçao y Venezuela.
Gallegos Gamus Paulina: La Comunidad Judía de Venezuela, distintas culturas, una sola fe.
Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar: ensayo de una interpretación biográfica a través de sus documentos. Mérida, Venezuela.
Lovera De Sola, Curaçao, Escala en el primer destierro del Libertador.
Isidoro Aizemberg, “La comunidad judía de Coro, 1824 – 1900. Una historia.

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