Por Beatriz W. de Rittigstein
La versión que hizo circular un sector sumamente interesado, la cual afirma que el pueblo palestino tiene 11 mil años de existencia, forma parte de un mito en construcción que se proyecta establecer como verdadero, pero en realidad no aguanta un análisis científico, ni el rigor del estudio histórico y además, contradice los descubrimientos arqueológicos. Obviamente, este tipo de quimeras resta credibilidad y seriedad a la causa palestina, así como demuestra una falta total de voluntad para la paz.
Los orígenes del pueblo judío y más tarde, del reino de Israel, se remontan al siglo XV a.C. cuando el patriarca Abraham se estableció en Canaán, región extendida entre el río Jordán, el Mar Muerto y el Mediterráneo, en donde encontró varias ciudades amuralladas, habitadas por distintas tribus, las que, a través del tiempo, fueron conquistándose unas a otras, desapareciendo o integrándose a diversos pueblos, al igual que ocurrió con la mayoría de las naciones del mundo.
Cabe destacar que, cuando los israelitas ya estaban enclavados en la zona, llegaron los filisteos, por lo que los llamaron plishtim, que proviene del hebreo, significa "invasores" y resultó en filisteo. Este fue un pueblo guerrero, no semita, que habitó la franja de Gaza en tiempos del Reino de Israel. Los estudios señalan que provienen de los pelasgos , emigrados del Egeo a Canaán en el siglo XII a.C.; más concretamente, todas las investigaciones muestran que los filisteos llegaron de Creta y hablaban un dialecto relacionado con el griego. Por supuesto que no eran monoteístas, rendían culto religioso a Dagón y Baal-Zebul . Recodemos que el Islam recién surgió en el siglo VII de la era cristiana, es decir, posterior unos 1.600 años a los enfrentamientos entre filisteos e israelitas.
Los filisteos vencieron a los cananeos, con quienes más tarde se mezclaron, y hacia el año 1050 a.C., sometieron a los israelitas. Mantuvieron el control de la región hasta el reinado del rey David, quien les infligió algunas derrotas que ocasionaron la disminución paulatina de su importancia. Los problemas internos de Judea reanimaron a los filisteos, pero en el siglo VIII a.C. el rey Ezequías de Judea les redujo con ayuda egipcia. Durante los siglos II y I a.C. fueron dominados por los asirios; ello hizo que los filisteos perdieran progresivamente su identidad y su cultura material, elemento clave para su desaparición.
Al igual que en la actualidad se pretende lograr a través de la elaboración de ficciones, en su momento el Imperio Romano procuró borrar todo vestigio judío de la región que se convirtió en una de sus provincias y para ello, entre otras embestidas, en el año 132 d.C. el emperador Adriano le cambió el nombre de Judea por Palestina, resultado fonético de "filisteo".
Sin embargo, pequeñas comunidades judías sobrevivientes de la persecución romana fueron estableciéndose con el paso de los años en diferentes puntos de lo que los romanos llamaron Palestina. Durante poco más de 1.800 años, mientras la tierra de Israel fue conquistada por diferentes potencias, una generación tras otra, por pequeños grupos, los judíos retornaron a su tierra ancestral. En las postrimerías del siglo XIX, este movimiento de repatriación tomó auge y se dedicó al renacimiento del que había sido su país, reconstruyendo ciudades, restableciendo mecanismos de seguridad, producción y servicios. Este propósito se concretó formalmente el 14 de mayo de 1948, con la independencia del moderno Estado de Israel.
Existen numerosas pruebas documentales que revelan que durante los 60 años previos a la independencia israelí, mientras los judíos intentaban darle nueva vida a su país, hubo olas migratorias árabes desde diversos lugares del Medio Oriente, atraídas por la modernización y prosperidad que los judíos estaban restituyendo. Precisamente, esa es la constitución de los palestinos del presente.
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