Los kibutz, en la hora dela renovación
Luego de atravesar una larga decadencia, que coincidió con la crisis del socialismo en los años 80, estas comunidades incorporaron la propiedad privada sin perder sus ideales de igualitarismo y, de la mano de una renovada prosperidad, atraen a nuevos pobladores
Durante gran parte de la existencia de Israel, el kibutz corporizó sus más altos ideales: el trabajo colectivo, el amor por la tierra y un igualitarismo despojado de lujos. Pero desde los años 80, cuando el socialismo estaba en una espiral descendente en todo el mundo y el país se empantanaba en la hiperinflación, unos 250 kibutz israelíes parecían condenados. Su deuda crecía y sus comedores comunitarios se vaciaron cuando los jóvenes se fueron.
Hoy, en un sorprendente tercer acto, los kibutz prosperan nuevamente. Sólo que en 2007 están menos ligados al socialismo puro que a su versión suburbana.
En la mayoría de ellos, la comida y los servicios de lavandería están privatizados; en muchos, las casas pueden ser transferidas a miembros particulares y los recién llegados pueden comprar para ingresar. Si bien las principales posesiones de los kibutz son todavía colectivas, las comunidades son dirigidas en gran parte por gerentes profesionales más que por el voto popular. Y, más importante aún, no se le paga lo mismo a todos.
Nuevamente la gente hace cola para entrar. "Lo que más nos gusta de esto es la simplicidad", dijo Boaz Varol, de 38 años, que va en su bicicleta por los senderos arbolados a su trabajo en una piscina que alguna vez fue de uso comunitario y ahora él alquila y administra como un negocio particular, en el Kibutz Yasur, en las onduladas sierras de Galilea Occidental al noreste de Haifa. "Todos hacen lo que quieren, tenemos nuestra independencia pero sin el tipo de competencia que se encuentra afuera".
Dos años atrás compró una casa de dos dormitorios acá, por 71.000 dólares. Otros 60 adultos jóvenes se unieron en los últimos cuatro años, lo que aumentó el número de residentes en un 50 por ciento y trajo nueva vida a una población que envejece.
Los Varol son parte de una tendencia creciente. En abril, el kibutz Negba, en el sur, aceptó 80 miembros nuevos en un solo día. Muchos kibutz tienen listas de espera, en su mayoría de ex residentes que desean volver, pero también de gente de la ciudad que busca escapar de las corridas.
Alguna vez los kibutz fueron comunas austeras de pioneros que drenaban los pantanos, compartían las ropas (y a veces las esposas) y vivían de acuerdo con el axioma marxista: "De cada uno, según su habilidad y a cada uno, según sus necesidades".
Hoy, la mayoría pasa por un proceso de privatización, a pesar de que sus representantes prefieren un término más eufemístico: renovación. El nuevo kibutz busca un balance más sutil entre la responsabilidad colectiva y la libertad individual, con énfasis en la comunidad y los valores. Sus puntos atractivos incluyen un entorno seguro, en el corazón de la naturaleza, lejos de las ciudades sacudidas por los ataques suicidas, excelentes escuelas y una mejor calidad de vida a menor precio.
Esto es un gran cambio respecto de unos años atrás. En 2000, más de la mitad de las 257 granjas colectivas de Israel estaba en bancarrota. La crisis económica expuso otra de carácter ideológico. La segunda generación de pobladores de los kibutz, que dormía en casas comunales para niños a cargo de cuidadores, comenzó a rebelarse. Con la seguridad de por vida que se suponía los kibutz debían ofrecer, los jóvenes, amenazados, comenzaron a irse.
Antes, los miembros de los kibutz recibían pagas iguales, ya fuera que ordeñaran vacas o dirigieran una gran empresa. En el nuevo kibutz, los miembros ganan salarios acordes con las ganancias que aportan. "No es una equidad total sino una equidad básica", dijo Bargil. "Uno gana más, uno paga más impuestos internos del kibutz y gana un poco más a fin de mes." Viejos principios en pie
Los impuestos brindan una red de seguridad para los que son financieramente débiles. "Desde ese punto de vista, mantenemos algo de los viejos valores", agregó Yaakov Lazar, secretario del Kibutz Nachshon, entre Tel Aviv y Jerusalén, que comenzó con el nuevo sistema el año pasado.
Yasur, establecido en 1949, había fracasado. Sus fábricas textiles y de juguetes no eran redituables y cerraron. "Aquellos de nosotros que quedamos afuera a los 50 años nos preguntábamos quién nos cuidaría 20 años después", dijo Ami Kilon, nacido allí en 1951. Pero Yasur comenzó a renovarse y a atraer nuevos miembros en 2003. Las casas vacías del kibutz hoy están casi completamente ocupadas y Yasur planea vender estructuras para nuevas casas en las antiguas tierras de cultivo.
Alrededor de la mitad de los kibutz se han convertido en propiedades y se venden estructuras para barrios lujosos en lugar de los campos y jardines fuera de sus portones. Los compradores por lo general no se unen al kibutz, pero pagan por servicios como el cuidado de niños. El año que viene, los Varol deben decidir si quieren ser miembros de Yasur invirtiendo en propiedades comunales como la lechería y la granja de pollos. De no ser así, podrán quedarse como residentes privados.
"El nuevo kibutz no es perfecto, pero económicamente las cosas están mejorando", afirmó Kilon, que dirige Yasur y otro kibutz cercano. "El incentivo ha aumentado y luego de los cambios en la administración estamos bien parados".
Por Isabel Kershner
Traducción: María Elena Rey
LA NACION y The New York Times
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=939774
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