Raíces bíblicas de la justicia social
Por Hilel Resnizky
Escribo estas líneas en un artículo que aparece después del Día de la Independencia de Israel. Israel no es sólo el Estado judío, es el Estado inspirado en ideales de justicia y solidaridad humana.
El título es un desafío mayor que mis intenciones. Agotar el tema sería para un doctorado que no he acometido. Entiéndalo el lector como expresión de deseos, como un intento modesto de llamar a las cosas por su nombre. El primer ministro encabeza un proyecto de sitios históricos, “Lugares de Heredad”.
Por ejemplo, Mearat Hamajpelá (la caverna doble) en Hebrón, donde están nuestros antepasados. Sin disminuir el mérito de los lugares históricos ni aceptar las protestas palestinas, que ni siquiera nos dan derecho a las tumbas, es importante señalar el valor histórico y humano que tiene la Biblia precisamente para judíos que, como quien escribe, no son creyentes y ven en el texto un documento histórico y no un testimonio documentado de la Palabra Divina.
Precisamente por ser un texto humano -y por ello subjetivo y falible- tienen las escrituras su valor moral.
Sobre todo en el contexto histórico real que se les atribuye. El rey Ioshiahu (Josías) inició la restauración del Templo. En el transcurso de la misma encontró el Sumo Sacerdote Hilkiahu (Hilcías) el Sefer Hatorá (el Libro de la Ley). Todo esto de acuerdo a lo testimoniado en el Segundo Libro de Reyes, cap. 22, y en el segundo libro de Crónicas, cap. 34. Hay quien supone que es el Deuteronomio, el quinto libro del Pentateuco. Historiadores laicos suponen que no sólo fue hallado, sino también escrito en la época de Josías, junto con otros libros de la Biblia de contenido histórico, como Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
Josías fue ungido rey en 640 a.C, a los ocho años, luego del asesinato de su padre Amón. El hallazgo del Libro de la Ley ocurrió a los 18 años de Josías, es decir, aproximadamente en el año 630 a.C.
En 621 a.C estableció Dracón el código de leyes de Atenas, leyes dracónicas que sin embargo se demostraron superiores a la carencia absoluta de legislación que la antecedió. En 594 a.C, Solón reformó las leyes en un nuevo código más humano
En el Cercano Oriente el antecedente era el Código de Hamurabi (1728-1676 a.C). Entre el Código de Hamurabi y el Pentateuco (los Cinco Libros de Moisés) hay similitud clara.
En Deuteronomio 19, versículos 16-18: “Cuando se levantare testigo falso contra alguno, para testificar contra él…los jueces inquirirán bien y si aquel testigo resultara falso, entonces haréis a él lo que el pensó hacer a su hermano”. Compárese con Hamurabi, ley tres: “Si se levantara un testigo falso en el juicio y no será demostrado lo que dijo, si se trata de un juicio de muerte, morirá ese hombre”.
En el mismo libro capítulo 24, versículo 7: “Cuando hubiere hallado alguno que hurtó a uno de los hijos de Israel y le hubiera esclavizado o lo hubiera vendido, morirá el tal ladrón”. Compárese con Hamurabi ley l4: “Cuando robare un hombre al hijo pequeño de su prójimo, morirá”.
El tema es interesante y si Dios quiere volveremos a la comparación.
Pero para entender el espíritu del Deuteronomio es importante comparar otra ley. La ley 17 de Hamurabi dice: “Si un señor captura a campo abierto un esclavo o esclava fugitivos y lo entregara al propietario, el propietario le pagara dos siclos de plata”. La ley mosaica es explícita: “No entregarás a su señor el siervo si huyere a ti de su amo. Morará contigo, en medio de ti”. (Deuteronomio 23, versículos 15-16.
Las leyes de Hamurabi reflejan claramente una sociedad estratificada, una sociedad de señores. Un marxista no tendrá ninguna dificultad en explicarlas.
No hay testimonios fuera de la Biblia para la esclavitud de Israel en Egipto. Pero el espíritu de los textos hace esa hipótesis plausible. Sólo un pueblo de ex esclavos puede ser tan magnánimo para con un esclavo fugitivo. O un pueblo que ha adoptado celosamente el mito de su esclavitud. En oposición al mito germánico de un “Herrenvolk” (pueblo de señores). El mito hebreo es el de un pueblo de esclavos liberados.
En esa época y en esa cultura, la propiedad agraria es la base del bienestar. En los campos de Moav, al este del Jordán, reciben los hebreos instrucciones respecto a la distribución de las tierras en la nueva heredad: “Y heredarás la tierra por sorteo para vuestras familias. A los muchos daréis mucho por herencia, y a los pocos daréis menos” (Números 33, versículo 54).
La distribución de la tierra es equitativa. Pero las condiciones sociales y el destino individual atentan contra esa igualdad. Los pobres se ven obligados a vender sus tierras e incluso a vender sus hijos por esclavos como se documenta en Nehemías 5, versículos 1 a 5. La solución es la propiedad divina de la tierra: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es”(Levítico 25, versículo 23). La consecuencia lógica es la Ley del Jubileo: “Y santificareis el año cincuenta y pregonareis libertad en la tierra a todos sus moradores. Este año os será de jubileo y volveréis cada uno a vuestra posesión y cada cual volverá a su familia” (Levítico 25, versículo 10). Los exegetas (comentaristas) concuerdan en que se trata del año 49 (de otra forma serían dos años consecutivos sin cultivar la tierra, el año sabático y el del jubileo). Como la tierra vuelve a su dueño el año del jubileo, la Ley establece que el precio del suelo está en relación directa con los años que falten para el jubileo (versículo 15).
En el siglo anterior el profeta Isaías se había ya lamentado: “Ay de los que juntan casa a casa y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! Habitareis vosotros solos en medio de la tierra!” (Isaías 5, versículo 8). La creación de latifundios mediante la apropiación de las tierras de los demás es -sin duda- una calamidad. El año del jubileo viene a remediarla.
En estos días se ventila en las cortes las actividades de la compañía que construyó el predio de Holyland, en Jerusalen. Holyland es, como sabemos, “Tierra Santa”. Una pregunta para el Concurso de Biblia (Jidón Hatanaj): ¿Qué relación tiene ese predio con la Ley del Jubileo? ¿Y con las prédicas del profeta Isaías?
La fe judía cree en el pacto entre el Dios de Israel y el Pueblo de Israel, que hace de Eretz Israel, la Tierra Santa, su heredad. ¿Es esa heredad, como lo diría un judío posterior, una casa de ladrones?
El Deuteronomio proclama “Cada siete años harás remisión. Perdonará a su deudor todo aquel que hizo empréstito de su mano y …no lo demandará más a su prójimo o a su hermano porque es pregonado la remisión de Jehová”. Es una ley adecuada a la sociedad agrícola.
A comienzos de la era cristiana Hilel el tanaita la cambia por medio del “Prosbol” que permite el préstamo y su paga en una sociedad económicamente distinta.
Poco menos de cuarenta años luego del descubrimiento (o redacción) del libro de la ley en la época de Josías, Solón, nominado arconte de Atenas, enfrenta una situación de diferenciación social, de empobrecimiento y de esclavitud por deudas. La solución es la “Seisachteia”, o “remisión de cargas”, por la cual cancela todas las deudas existentes, al Estado o a particulares. Las personas esclavizadas por deudas son redimidas. Solón era un hombre de fortuna, también él perdió en su reforma.
Solón, con medios populares, salvó a Atenas de una posible revolución.
Subrayo: es la remisión de deudas pero no la redistribución de tierras que preconiza la Ley del Jubileo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario