¿Por Qué Estudiar Historia?
No sólo aprendemos historia para prevenir los errores del pasado, sino también para entender hacia dónde nos lleva nuestro destino.
Usualmente, cuando mencionamos la palabra “historia”, la mayoría de la gente comienza a sudar en frío. Recuerdan la escuela secundaria y asocian historia con la memorización de nombres, fechas, lugares y eventos, que sólo son necesarios para los exámenes, y que son olvidados inmediatamente después. Quizás es por esto que Mark Twain dijo: “Nunca dejé que mi escuela interfiriera con mi educación”.
Entonces, antes de empezar a hablar de historia judía, hablemos un poco de por qué necesitamos estudiarla. ¿Qué es historia? ¿Qué beneficio tiene aprender historia?
Historia es, antes que nada, el análisis básico de las ideas. En las palabras del Barón Henry Bolingbroke (1678-1751): “La historia es filosofía con ejemplos”. Podemos hablar teóricamente sobre las ideas, pero el paso del tiempo nos muestra claramente cuáles ideas son correctas y cuáles no – qué funciona y qué no. Entonces, por ejemplo, hace cien años un comunista y un capitalista podían debatir qué sistema dominaría el mundo, pero la historia reciente nos ha mostrado que el comunismo ha fallado y el capitalismo continúa floreciendo.
Hay una gran cantidad de lecciones que se pueden aprender de la historia. Como dijo el filósofo hispanoamericano George Santayana: “Los que no pueden recordar el pasado están destinados a repetirlo”.
Vemos que, en general, la razón básica para aprender historia es que las personas tienden a repetir los mismos patrones de conducta. Los imperios se elevan y caen, la tecnología puede cambiar, las realidades geopolíticas del mundo pueden cambiar, pero la gente tiende a cometer los mismos errores una y otra vez. Y a menos que aprendamos del pasado, que lo recordemos y que apliquemos esas lecciones en el futuro, estamos destinados a seguir metidos en el mismo pozo y a repetir los mismos errores una y otra vez.
La Temática Especial
Esta temática se aplica también a la historia judía. La Torá enseña:
Recuerda los viejos tiempos, entiende
los años de generación tras generación. Pregúntale a tu padre y él te
contará, a los ancianos y te dirán (Deuteronomio 32:7).
Pero el judaísmo también introdujo un concepto dentro de la historia
humana que es revolucionario en todos los aspectos, particularmente en
la moralidad y en la noción de historia en general – la idea de un Dios
infinito que interviene en la historia.La concepción judía de Dios es que Él es Creador, Sustentador y Supervisor, lo que significa que no es un Dios que creó el mundo y se fue de vacaciones a la playa, sino un Ser infinito que está involucrado activamente en la creación. Para expresarlo más filosóficamente: Todo el mundo físico es una creación de la conciencia de Dios. El universo no tiene existencia independiente fuera del “deseo” de Dios de que exista.
Todo en el universo está bajo el control de Dios – desde un quantum hasta el macrocosmos. Esto tiene implicancias monumentales en los eventos que ocurren en un pequeño punto del universo que llamamos Tierra. Si Dios conoce y controla todo, entonces la historia es un proceso controlado que conduce a un destino.
Como Dios es el guionista, director y productor cósmico, los eventos de la historia humana no son aleatorios. Es un cuento con una trama – un objetivo. Significa que nos dirigimos hacia un destino específico, hay una meta.
Antes de comenzar a revisar la historia judía, primero debemos dar un paso atrás y debemos obtener una imagen general - un esquema básico tanto de la trama como del marco de tiempo de la historia.
El Amanecer de la Historia
Empezamos contando el año judío uno desde la creación de Adam quien, en términos de la creación del mundo, es visto como el pináculo físico y espiritual.
Como lo relata el libro de Génesis, Adam fue creado en el sexto día del proceso de creación, hace más de 5770 años (el año 2010 de la era común equivale al año 5770 en el calendario hebreo).
Adam es único entre las otras criaturas que habitan la tierra, no sólo porque dio paso a un grupo de descendientes increíblemente innovadores, sino porque fue creado betzelem Elokim, “a imagen de Dios” (Génesis 1:26). Esto significa que tiene un alma – una neshamá – una esencia espiritual e intelectual más elevada. Esta chispa Divina es la esencia del parecido a Dios que todos los seres humanos tenemos.
Una vez que Adam estuvo completo, Dios, por así decir, se sacó su reloj cósmico, se lo pasó a Adam y le dijo: “Ahora cambiaremos al tiempo terrestre”. Un día será un giro de la tierra sobre su eje, un año será un giro de la tierra alrededor del sol, etc. De acuerdo a la cronología judía, Dios se sacó su reloj hace un poco más de 5770 años (1).
Hay una profunda lección arraigada en la idea de empezar el calendario judío a partir de la conclusión de Adam. Al igual que un director de películas comienza el rodaje de la película cuando los actores aparecen en el set (a pesar de que puede haber pasado años desarrollando su proyecto antes de empezar la filmación real), así también Dios encendió su reloj terrestre cuando Adam apareció en la tierra. La lección que se puede aprender de acá es que la humanidad es el centro de la creación; Dios creó un universo entero para los seres humanos. Entonces, la pregunta final es: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el propósito de la creación?
Mucha gente cree que Dios nos necesita y que, por eso, creó al hombre para que “le sirva”. Esta no es la perspectiva judía de la creación; si Dios es infinito, entonces no tiene necesidades ni deseos. No le falta nada, y no hay absolutamente nada que podamos hacer por Él. Entonces, ¿para qué fuimos creados?
Una de las ideas fundamentales en el judaísmo es que Dios nos creó para otorgarnos el regalo máximo: una relación con Él, trascendencia (en hebreo la palabra es dvekut – apego). La conexión con Dios es el tipo supremo de relación, y es la que nuestra alma más anhela. Cada placer que experimentamos y cada relación significativa que formamos en este mundo es sólo una pequeña muestra de la relación de nuestra alma con nuestro Creador (ver: rabino Moshé Jaim Luzzato, Derej Hashem 1:2:1).
De esto se trata el Jardín del Edén. No es, como tan a menudo es retratado, una especie de Club Med; en cambio, es la realidad físico-espiritual ideal, donde los seres humanos están libres de todas las cosas que los distraen: cuentas, compras, viajes etc. y están totalmente enfocados en alcanzar el propósito de la creación: elevarse a sí mismos y al mundo que los rodea hasta la relación más elevada con Dios.
La trama de la historia humana debería haber sido muy simple: Dios nos habría ubicado en el ambiente perfecto, en el que habríamos sido libres para hacer lo que fuimos creados para hacer. Luego habríamos pasado el resto de la historia paseando por el Jardín, perfeccionando la creación y construyendo una relación con Dios.
Por desgracia, algo falló trágicamente. A partir de que Adam y Eva comieron del Árbol del Conocimiento, la relación comenzó a desmoronarse. La humanidad encontró demasiado difícil mantener una relación con un Dios invisible. La gente sintió que mostrar respeto ante las varias fuerzas visibles de la naturaleza, creadas por Dios, sería una forma indirecta de mostrarle respeto a Dios. Sin embargo, ocurrió que después de unas pocas generaciones la adoración a Dios fue reemplazada por la adoración a la naturaleza: el sol, la luna, los árboles… Dios fue olvidado y la idolatría fue practicada por todos. El propósito de la creación se había perdido. Fue este fracaso de la relación con Dios lo que categoriza la historia temprana descrita en la Biblia (ver Bereshit Rabá 23:10, Mishné Torá, Las Leyes de Idolatría 1:1).
La narrativa bíblica describe cómo este decline espiritual continúa por más de un milenio y medio, hasta que llegamos a la historia del Diluvio. La trama básica de esta historia es clara: El propósito de la creación es la relación con Dios. Esa relación estaba totalmente perdida, por lo que Dios decidió “limpiar” el mundo salvando sólo a Nóaj (quien era el único que mantenía una relación con Dios). La esperanza era que Nóaj repoblara el mundo y reconstruyera la relación. No funcionó: la humanidad continuó decayendo hasta la Torre de Babel. El foco de esta historia es: la humanidad unida por las razones equivocadas, para rebelarse en contra de Dios (ver Talmud, Sanhedrín 109a). En ese entonces, las cosas no estaban yendo bien para la humanidad en el libro de Génesis. Parecía que Dios no tendría otra opción más que destruir el mundo y comenzar de nuevo desde cero. Pero cuando todo parecía perdido, apareció un hombre que cambió el curso de la historia.
La Misión de Abraham
Abraham es grandioso por dos razones. En un mundo casi completamente politeísta, que había perdido totalmente su relación con Dios, Abraham, utilizando sólo el poder de su intelecto, eligió ver la realidad de un Dios. Cuando encontramos a Abraham por primera vez en la Biblia, en el libro de Génesis (Génesis 12:1), él ya tenía 75 años. ¡Incluso puede ser que esta haya sido la primera vez que Dios le hablaba! Significaría que, hasta este punto, Abraham vivió toda su vida sin profecía, sin ningún tipo de confirmación exterior de que su ideología de monoteísmo era correcta. Esto dice mucho sobre la dedicación de Abraham a la verdad (ver Talmud Nedarím 32a).
Abraham es el paradigma del buscador de la verdad. Ahora, ¿puedes imaginarte ser la única persona en el mundo que cree en una idea que nadie más puede entender o aceptar? Ninguno de nosotros se atrevería siquiera a susurrar esta idea a nuestros mejores amigos.
Esto nos lleva a la segunda cosa grandiosa sobre Abraham: No le importaba lo que pensaran los demás. Él dijo: “Elijo dedicar mi vida a la causa fundamental, devolver a la humanidad al propósito de la creación – a la relación con Dios”. Incluso estaba dispuesto a dar su vida por Dios. No porque Dios necesitara que alguien muriera por Él (Dios es infinito – no puedes hacer nada por Él), sino porque Abraham entendió que sin esta relación con Dios, la humanidad estaba perdida. Esto nos da un pequeño indicio de la grandeza de Abraham y de su idealismo. No le importó estar "del otro lado" – y ese es el significado de la palabra hibrí, de hebreo (ver Bereshit Rabá 42:13). Se mantuvo en contra de la corriente, solo, en contra de todo el mundo.
Esto también aclara la idea de “Pueblo Elegido”. Abraham, por así decir, le dijo a Dios: “Elijo vivir con tu realidad y devolver a toda la humanidad a ella”. Dios le respondió: “Entonces Yo te elijo a ti y a tus descendientes”. ¿Por qué somos el pueblo elegido? No por el privilegio (aunque es un gran privilegio ser judío) sino por la responsabilidad. ¿Qué responsabilidad? En hebreo se conoce como Tikún Olam, “Arreglar el Mundo”. Esta es la causa máxima – devolver a la humanidad al propósito de la creación y crear el mundo más perfecto espiritual/moral que se pueda. Esta es la misión histórica-nacional del pueblo judío.
Si entendemos el propósito de la creación y la misión de Abraham, entonces el final de la historia de la humanidad es bastante claro: La humanidad regresa a Dios con el pueblo judío liderando el camino.
Si entendemos este concepto – que el pueblo judío marca el camino, entonces lo que le ocurre al pueblo judío en la historia comienza a tener sentido. Cuando decimos que el pueblo judío lidera el camino, eso significa que está al frente, al igual que el líder de una unidad de infantería va adelante de una patrulla. Así como el trabajo de este hombre es conducir la unidad y evitar el peligro, también el rol especial del pueblo judío en la historia es conducir a la humanidad hacia su objetivo. Así como este hombre enfrenta peligro extra porque está al frente con más responsabilidad, el pueblo judío siempre tiene que enfrentar desafíos y peligros únicos. Entender esta analogía es entender qué es lo que hay detrás del antisemitismo y la indignante doble moral con la que Israel y el pueblo judío son siempre juzgados (2). Dado que los judíos eligieron esta responsabilidad por sí mismos, nunca se les permitirá ser como los demás. El profeta Bilam lo dijo mejor que nadie: “Es una nación que mora aislada y no es contada entre las naciones” (Números 23:9).
Si pudiéramos graficar el progreso histórico del retorno de la humanidad a Dios con el pueblo judío conduciéndola, se vería como el grafico de Wall Street desde 1930: Ha habido grandes alzas y grandes bajas, pero la imagen en general es de tremendo crecimiento. Lo mismo sucede con nuestra historia: hace 3.700 años Abraham era prácticamente la única persona que creía en un solo Dios (3). Hoy hay miles de millones de personas, los cristianos y los musulmanes, que tienen una visión de mundo que está basada en el judaísmo. Todavía nos queda mucho por recorrer, pero la humanidad ha cambiado radicalmente gracias a las ideas introducidas por Abraham hace casi 4.000 años (4).
El Tiempo Judío
El entendimiento tradicional judío del fluir de la historia es similar a lo que encontramos en todas las historias épicas grandiosas: La trama se desarrolla dentro de un marco de tiempo finito y está claramente delineada en: Un comienzo, un desarrollo y un final. El Talmud, en el tratado de Sanhedrín 97a, presenta los temas básicos y los periodos de la historia:
El mundo existirá por seis mil años. Los primeros dos mil fueron de desolación, los siguientes dos mil años fueron de florecimiento de la Torá y los últimos dos mil años serán la Era Mesiánica…
Los seis mil años mencionados en el Talmud no están calculados desde la creación del universo sino desde el nacimiento de Adam, y reflejan el ciclo de la semana. Así como la semana judía empieza el domingo y termina al viernes, así también la historia humana comprende un máximo de seis milenios de historia como la conocemos (5). Así como al final del ciclo semanal entramos en Shabat, un día de espiritualidad y descanso; del mismo modo, después de un máximo de 6.000 años de historia, la humanidad entrará en el séptimo milenio llamado “el Mundo Venidero”, en hebreo “Olam Habá”. Este Mundo Venidero es sinónimo del Jardín del Edén y representa la culminación del proceso de retorno a Dios y perfeccionamiento del mundo (ver Dérej Hashem 1:3:4).
Vemos de esta cita en el Talmud que esos 6.000 años están a su vez subdivididos en tres periodos de 2.000 años, cada uno con su propio tema. El primer período de 2.000 años, desde Adam a la Torre de Babel, es llamado 'de desolación'. El tema de este periodo es: La humanidad está espiritualmente desolada y no tiene relación con Dios.
El segundo período de 2.000 años, desde Abraham hasta la culminación de la Mishná en el año 240 EC es llamado 'de Torá'. El tema de este periodo es la historia nacional del pueblo judío en la Tierra de Israel y el florecimiento de la Torá (la ley).
El período final de 2.000 años, desde el año 240 EC hasta el año 6.000 (el año 2.240 EC) es llamado 'el Mesías'. El tema de esta fase final es el regreso de la humanidad a Dios (conducida por el pueblo judío). Al final de este periodo, pero antes del año 6.000, viene la Era Mesiánica, que es la etapa preparatoria final antes de que la humanidad entre en el Mundo Venidero (6).
Ciclos en la Historia
Otra profunda consecuencia del entendimiento judío sobre Dios es el concepto de los ciclos en la historia. Por miles de años, hasta el comienzo del siglo XX, la concepción de la Grecia antigua sobre el tiempo dominaba la escena: el tiempo siempre existió y seguirá existiendo por siempre. No hay principio ni final, como si ejercitáramos sobre una cinta para correr – trabajas duro, pero al final no llegas a ningún lado. Los griegos antiguos (y otras culturas paganas) también creían que los dioses crearon a los humanos para que “les sirvieran”. Eras una marioneta en sus manos sin tener control sobre tu destino. De acuerdo a la literatura griega antigua el tema de la tragedia es la inutilidad de luchar en contra de tu suerte. Combina esos dos conceptos, la infinidad del tiempo y el fatalismo, y obtendrás una visión muy negativa y deprimente de la historia y el destino: en realidad no estás yendo a ningún lado, y tus decisiones no importan.
La perspectiva judía del destino y la historia es radicalmente diferente. Se ve como algo así:
Como si fuera un gran espiral estirado, esta forma representa la idea de una repetición que no es estática. Así es como el judaísmo entiende tanto el ciclo de las festividades como el de la historia. Mientras que las festividades de otras naciones son puramente conmemoraciones de eventos históricos pasados; las festividades judías, al mismo tiempo que recuerdan el pasado, también son oportunidades para el futuro. Cada festividad en el ciclo anual tiene un tema específico – un poder espiritual único asociado a ella: Pesaj es la festividad de la libertad/del libre albedrío; Sucot de la alegría/cómo utilizar apropiadamente el mundo físico. Mientras viajamos por este ciclo anual y nos encontramos con estas festividades, se supone que debemos crecer en nuestro entendimiento de estos conceptos básicos, como si obtuviéramos las actualizaciones anuales de software. Si perdemos la oportunidad, tendremos que esperar hasta el año que viene. La idea es que no estamos estáticos; sino que avanzamos y crecemos.
Y así también funciona el ciclo de la historia. A diferencia de los fatalistas griegos, el judaísmo cree que tenemos libre albedrio, nuestras decisiones importan, controlamos nuestro destino. Debido a que nuestro destino está en nuestras manos, tenemos que realizar nuestro propio progreso – tanto individual durante nuestro tiempo de vida, como colectivo durante el curso de la historia humana – tomar la decisión correcta y avanzar depende de nosotros. Y como tenemos que progresar en base al esfuerzo propio, estamos constantemente enfrentándonos a desafíos que nos permiten utilizar nuestro libre albedrio para tomar las decisiones correctas y avanzar. Si no decidimos, o tomamos las decisiones incorrectas, volveremos a enfrentar los mismos desafíos hasta que los superemos. Entonces, ¿cómo podemos saber cuáles son las decisiones correctas? Hay dos posibilidades: prueba y error (que puede ser un proceso largo y doloroso) o aprender del pasado utilizando la historia como guía.
Es precisamente por esta razón que debemos aprender Y entender la historia judía. El gran estudioso judío del siglo XIII, Najmánides, dijo: Los actos de los padres son una señal para los hijos.
Este es un dicho judío muy conocido, y Najmánides no fue el único que lo dijo. ¿Qué quiere decir?
En un nivel microcósmico, dentro de las historias de Génesis en la Biblia – la historia judía más antigua – vemos que lo que le pasa a los personajes más antiguos en la narrativa, es repetido por sus hijos.
En un nivel macrocósmico, las personalidades e interacciones de los antepasados – los patriarcas y las matriarcas – van a ser un modelo para toda la historia judía y de la humanidad. Es por esto que tenemos que poner atención especial a lo que ocurre en esta fase inicial de la Biblia, porque es ahí donde están delineados los patrones. En esta antigua narrativa yacen las indicaciones y las guías para el futuro. El destino del pueblo judío, sus fuerzas, sus debilidades y la relación con los no judíos – todo esto es revelado en la historia antigua de la Biblia. La historia judía es el destino judío. Aprender del pasado es la clave para tomar las decisiones correctas para el futuro.
Este será el foco de nuestro curso. Es lindo saber los nombres, fechas y lugares, pero es crucial aprender las lecciones del pasado por el bien del pueblo judío y de la humanidad.
Además, debemos recordar que el pueblo judío es posiblemente el pueblo sobreviviente más antiguo del mundo y, dado que ha sido esparcido por todo el planeta, cuando aprendemos historia judía, aprendemos también de paso toda la historia de la humanidad. Es un excelente marco para la historia mundial. Entender la historia judía significa construir un amplio conocimiento de la historia del mundo en general.
Notas:
(1) Para más información sobre el tema de la Biblia y la ciencia, la creación y la edad del universo, ver:
-Aviezer, Nathan. Fossils and Faith-Understanding Torah and Science. Hoboken, N.J.: Ktav, 2002.
-Aviezer, Nathan. In the Beginning-Biblical creation and Science. Hoboken, N.J.: Ktav, 1990.
-Schroeder, Gerald. Genesis and the Big Bang Theory. New York: Bantam, 1990.
-Schroeder, Gerald. The Hidden face of God-Science reveals the Ultimate Truth. N.Y.: Touchstone, 2002.
-Schroeder, Gerald. The Science of God-The Convergence of Science and Biblical Wisdom. N.Y.:Free Press, 1997.
(2) El columnista Charles Krauthammer lo dijo de manera hermosa: “Los judíos son Noticia”. Lo que sea que haga un judío – o mejor aún, el Estado judío, Israel – siempre ocupa los titulares. El doble estándar con el que el mundo juzga a Israel es, por lo menos, sobrenatural. El hecho de que dos tercios del total de resoluciones de la ONU desde 1990 ha condenado a Israel es la clásica ilustración de este punto. A nadie parece importarle que Israel, la única democracia en el Medio Oriente, esté rodeada por 22 estados árabes no democráticos y totalitarios con poco o nada de derechos humanos o libertad de expresión. Siria ha ocupado el Líbano por décadas, pero el mundo lo ignora. Pol Pot asesinó a 1.5 millones de camboyanos en 1970, no obstante la ONU nunca pasó una resolución condenándolo; sin embargo, cuando Israel empieza a construir una valla para aislar a los terroristas suicidas, el mundo se enloquece. Una encuesta en la Unión Europea en el 2003 clasificó a Israel como el primer país en el mundo que amenaza la paz mundial, desplazando a países amantes de la paz como Corea del Norte, Irán, Siria y Libia.
(3) La tradición nos cuenta que Shem y Eber, descendientes de Nóaj, siguieron la tradición monoteísta de Nóaj (ver Meguilá 12a, Rashi, Génesis 28:9).
(4) Hablaremos más sobre este tema cuando lleguemos a los capítulos del Cristianismo y del Islam. Para una explicación más detallada de su impacto ver mi libro Worldperfect - The Jewish Impact in Civilization (Healt Comunications Inc., Deerfield, Florida, 2003).
(5) Al igual que es una costumbre judía entrar a Shabat antes de tiempo (el viernes antes de la puesta de sol) así también debemos hacer en esta fase final de la historia, antes del año judío 6000, que es la fecha tope.
(6) El concepto de Mesías es central para el cristianismo, pero en realidad se origina en el judaísmo (la palabra Mesías viene de la palabra hebrea Mashiaj, que significa ungido [“Crist” en griego] o, en este caso, elegido por Dios. La tarea del Mesías es preparar a la humanidad para retornar al estado ideal que existió antes de la caída de la humanidad en Génesis. El estado futuro ideal es llamado Olam Habá, “el Mundo Venidero”. La era mesiánica que precede a este período es dirigida por el Mesías, un descendiente del Rey David. Todo el período está caracterizado por el retorno colectivo del pueblo judío al judaísmo y a Israel, y culmina con el retorno del mundo entero a una relación con Dios. Maimónides resume el concepto de Mesías como sigue:
El rey Mesías surgirá y restaurará el reinado de David a su estado y soberanía originales. Reconstruirá el santuario y reunirá a los dispersos de Israel. Si surgiera un rey de la casa de David que meditara sobre Torá, se ocupara de los mandamientos… reinara sobre Israel para caminar por los senderos de la Torá… peleara las batallas de Dios, podría asumirse que él es el Mesías. Si hace esas cosas y triunfa, reconstruye el Santuario en su lugar y reúne a los dispersos de Israel, es el Mesías, más allá de toda duda. Él preparará al mundo entero para servir todos juntos a Dios (ver Mishné Torá, Leyes de los Reyes, capítulo 12).
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