Por Michael Freund
Recientemente, ascendí al monte del templo junto con un grupo de más de 50 judíos de la sinagoga Ohel Ari de Raanana.
No es necesario decir, que todos nos sumergimos en la mikve antes del paseo, nos abstuvimos de vestir zapatos de cuero, y caminamos por los lugares que están permitidos de acuerdo a la halajá.
Guiado por el infatigable Rabino Jaim Richman del Machón Hamikdash, y liderados por el Rabino de nuestra congregación, el Rabino Ronén Neuwirth, recibimos una descripción de primera mano, sobre la situación del sitio más sagrado para el judaísmo.
Simplemente diciendo, la situación es totalmente exasperante.
Una discriminación descarada es practicada contra los judíos religiosos, los cuales son seleccionados para un tratamiento especial de la policía israelí, tratamiento que no recibe nadie que profesa otra religión.
Luego de pasar un puesto de seguridad, un policía brusco le dijo a nuestro grupo, “deben quedarse unidos constantemente, deben pasar rápido por el sitio y no pueden rezar. No tienen permitido rezar”.
No es exactamente la bienvenida que esperaba en un lugar con tan profundo significado para la historia y el destino judío.
A lo largo de nuestra visita, fuimos acompañados por cinco policías árabes israelíes y otros dos o tres oficiales del Wakf musulmán el cual administra el sitio. En adición a apurarnos constantemente e interrumpir bruscamente a nuestro guía, la principal tarea de ellos era mirar nuestros labios, no sea que alguien se atreva a moverlos y pronunciar una plegaria silenciosa a su Creador.
Había otros grupos en el monte, al mismo tiempo que el nuestro, incluyendo a peregrinos cristianos de Rumania, varios turistas no religiosos, y árabes israelíes. Nadie más era sujeto a la misma vigilancia tan estricta.
En la semana anterior a nuestra visita, la policía arrestó a 15 judíos por rezar o ser sospechados de rezar (sea lo que eso signifique) en el Monte. Luego, cuando le pregunté a un policía de frontera por qué los judíos tenían prohibido rezar, encogió sus hombros y me dijo, “para no enojar a los árabes”.
La situación en el Monte del Tempo es intolerante e insostenible. Libertades básicas, tales como el derecho a rezar y la libertad de opinión, están siendo pisoteados, y los judíos son sujetos a una discriminación que no se ha visto en ninguna parte del mundo.
Se debe encontrar una forma de permitir a los judíos ejercer el derecho de comulgar con su Creador, sin avivar más aún el odio y la intolerancia. De hecho, hay una solución muy simple y práctica para este predicamento: construir una sinagoga en el Monte del Templo donde los judíos serán libres de rezar como lo deseen.
AHORA, ANTES de que comience a poner sus ojos en blanco, considere lo siguiente: durante más de cuatro siglos, luego de que el Califa Omar conquistó la tierra de Israel en el 663-4 AEC, hubo una sinagoga y una casa judía operando en el Monte del Templo y los judíos tienen la posibilidad de rezar allí libremente.
Entre otros, está información está confirmada por el Rabino Abraham bar Jía HaNasí, una autoridad rabínica española del siglo XII, el cual escribió en su libro Meguiltar Megalé que, “al principio, cuando los romanos destruyeron el templo, no se le prohibió a Israel ir y rezar allí, y similarmente, los reyes de Ishmael promulgaron una costumbre benefactora la cual le permitía a Israel venir al Monte del Templo y construir una casa de rezos y estudio”.
Más aún, él observa, “todos los exiliados de Israel que vivían cerca del Monte del Templo, ascendían en las festividades para rezar allí”.
En otras palabras, hay un antecedente histórico claro que incluso durante los períodos en que el Monte estaba bajo control musulmán, los derechos de los judíos eran respetados. Por lo que ahora, bajo soberanía israelí, ¿deberíamos aceptar algo diferente? Incluso después de que la sinagoga fue cerrada en 1080, individuos judíos siguieron rezando en el monte, tales como la autoridad judía medieval Maimónides. En el siglo XIII, el Meiri, uno de los más grandes comentadores del Talmud, en su comentario al Tratado de Shavuot (16a), dice que había una costumbre entre los judíos de subir al Monte del Templo.
Recientemente, prominentes autoridades rabínicas tales como los pasados Grandes Rabinos, el Rabino Shlomo Goren y el Rabino Mordechai Eliahu, apoyaron la idea de que los judíos asciendan al Monte del Templo y construyan allí una sinagoga.
De hecho, luego de que Israel liberó el Monte del Templo en 1967, los judíos rezaban y estudiaban regularmente allí.
El Rabino Goren, el cual sirvió de Gran Rabino de las fuerzas armadas en la guerra de los seis días en 1967, escribió en su obra monumental Har HaBait (p.14), que luego de la liberación del sitio, “en el marco del Gran Rabinato de la FDI, realizamos conferencias y conducimos rezos públicos en el Monte del Templo – de día, tarde y noche – y leímos la Torá en Shabat, los lunes y los jueves”.
Por miedo a enfurecer a los árabes, el gobierno israelí detuvo la iniciativa del Rabino Goren.
Pero la idea de construir una sinagoga en el Monte del Templo no murió, y hace seis años, en Octubre del 2006, el congresista Uri Ariel del Ijud Haleumi propuso una medida similar, diciendo “una sinagoga no dañará el status quo y no remplazará a la mezquita. Los árabes podrán realizar sus cosas en la mezquita y nosotros realizaremos las nuestras en la sinagoga” en el Monte.
Ariel lo definió tal cual.
Construir una sinagoga en el Monte del Templo no agravará la tensión con los árabes, sino que la aliviará.
Previniendo que los judíos recen en el Monte, y tratando mal a aquellos que lo hacen, la policía solo logra elevar las llamas del escándalo, más que apaciguarlas.
La mejor forma de prevenir la fricción en el Monte del Templo es dar lugar a las necesidades y deseos de ambos, judíos y árabes, en lugar de chapotear uno a expensas del otro.
El monte del Templo es nuestro sitio más sagrado, el mismo sirvió como foco de los sueños y anhelos de nuestro pueblo durante los últimos 2000 años. Visitar el lugar, fue una experiencia espiritual sumamente fuerte, una que me conmovió profundamente.
Pero fue estresante ver el punto hasta el cual el Gobierno Israelí da lugar a las amenazas árabes a expensas de los derechos básicos de sus propios ciudadanos.
Construir una sinagoga en el Monte del Templo, enfatizará la soberanía israelí, y al mismo tiempo garantizará la libertad de acceso a todas las religiones, lo que representa el corazón de la política gubernamental. Le dará a los musulmanes una chance de demostrar cuan tolerantes realmente son. No les negamos el derecho a rezar, entonces ¿por qué ellos deberían negárnoslo a nosotros? Justo antes de irnos del Monte, me incliné e hice como si estuviese diciendo un secreto a mi hijo de 12 años, mientras que recitaba la sección de la amidá diaria, “Retorna con compasión a Jerusalem tu ciudad sagrada, y mora en ella como nos prometiste. Reconstrúyela rápido en nuestros días, una estructura eterna…”.
En eso mi hijo me interrumpe y me dice, “papi, hay un policía que corre hacia nosotros”. Mire hacia arriba y vi al oficial, su cara llena de enojo, como si le hubiese robado sus donuts.
El policía nos ladró, diciéndonos que debemos irnos inmediatamente, lo que mi hijo y yo procedimos a realizar, pero no antes de completar la plegaria obstinadamente: “e instala en ella el trono de David. Bendito Seas, Hashem, que construyes Jerusalem”.
Quiera D-s que pronto llegue el día en que dicha plegaria, y otras parecidas, puedan ser recitadas libremente en el lugar donde estuvo el Templo en su momento, y éste sea nuevamente reconstruido.
http://casa-anusim.org/2012/11/12/un-lugar-para-los-judios-en-el-monte-del-templo/#more-2133